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ISSN 1989-4163

NUMERO 12 - ABRIL 2010

 

La Elegancia del Erizo

Silvia Gelices

Autora: Muriel Barbery. Editorial Seix Barral. Barcelona, 28.ª edición en 20o9. 368 páginas. 19,50 euros.

¿Desde cuándo los erizos son elegantes? ¿Desde cuándo sus agudas púas pueden dotarse de esa gracia que repele la aspereza punzante? Pues desde que ese animal nocturno, que en caso de peligro se enrolla en forma de bola, es capaz de transmutar sus púas en plumas y mostrarse al mundo sin estar a la defensiva y con esa sabiduría interior que le hace tan bello. Y es que en "La elegancia del erizo", la segunda novela con la que Muriel Barbery se ha convertido en la escritora revelación en Francia, con más de un millón de ejemplares vendidos, y ha ganado el Premio de los Libreros por su ternura y originalidad, si algo se pone de manifiesto son las dificultades que tienen algunas personas para entablar relaciones conscientes. Como le sucede al erizo y a todos aquellos que muestran su cara más áspera, punzante y defensiva para ocultar su inseguridad y su vulnerabilidad. Como le sucede a la misma Muriel Barbery quien afirma que le "resulta muy difícil entablar relaciones porque la mayor parte de mi vida me la he pasado en un círculo muy restringido por el temor a lo desconocido".

Y así es, el miedo a la soledad más absoluta, a la decepción, al desarraigo configuran el hilo argumental que teje la temática de la novela.

Un himno a la vida.

El argumento, a modo de cuento tierno y refrescante -la juventud de la autora se palpa en toda la novela-, gira en torno a un edificio parisino burgués en el cual viven Renée, la portera del inmueble quien lleva mucho tiempo fingiendo ser quien no es, y Paloma, una jovencita de 12 años con una inteligencia fuera de lo común. Ambas llevan una vida solitaria pero aparentando vencer la desesperanza y la desolación. La llegada de un misterioso hombre propiciará el encuentro de estas dos almas gemelas abocadas a la soledad y sacará a la luz un secreto celosamente guardado durante años que dará un cambio radical a sus vidas.

Y como si de un buen mousse de chocolate francés se tratase, 70% puro cacao, las primeras páginas saben amargas, pero a medida que avanzas en la lectura el paladar se va acostumbrando y te apetece detenerte a degustar aquellos diálogos, de vaivén emocional, aquellas descripciones que son como minúsculas obras de arte hechas palabras. Palabras que hablan de cómo es posible descubrir la belleza en las pequeñas cosas, de la magia de los placeres efímeros, del valor de la amistad, del amor, del arte... En definitiva, un canto a la vida visto al trasluz de dos seres solitarios que luchan por sobrevivir en su caparazón con forma de erizo.
Y para muestra, un botón cosido en un pathwork artesanal: "...
lo bello es lo que se coge en el momento en que ocurre... Quizá estar vivo sea esto: perseguir instantes que mueren."

 
 

El erizo

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